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#FTP2025 Savia. Mi viaje Málaga a Barcelona

  • Foto del escritor: Lucía Quiroga
    Lucía Quiroga
  • 9 abr
  • 3 Min. de lectura

Recién llegada a Málaga, relato de mi viaje a Barcelona, de menos de 36 horas, con motivo del #FTP2025 Savia, pero no del Foro, que eso lo dejo para dentro de un par de días, sino de cosas que me pasan cuando viajo en transporte público, en este caso, el avión (incluyo taxi).


Primera parte. Viaje de ida.

Ayer mi vuelo salía, desde Málaga, hacia el mediodía, pero, claro, como me estoy “curando” de mi “fobia a volar”, me voy con el tiempo suficiente como para, por ejemplo, ayudar a fregar todo el Aeropuerto. Pero no me importa porque, cuando viajo, me gusta mucho observar a las personas e imaginarme historias de vida. Eso sí, ando más que si me planteara hacer el Camino de Santiago, porque, mira que se anda en los aeropuertos.


El vuelo se retrasa y yo ya, menos convencida de eso de que me voy a ir quitando mi “fobia”…, empiezo a pensar que por qué fui tan temprano al aeropuerto. Pero bueno, a pesar de que no sé por qué, además, siempre llevo el bolso cargado como si de piedras se trataran y no me quito el abrigo para no llevar más cosas en la mano, osea, que tengo mucho calor, me digo que tranquilidad, que no pasa nada.


Por fin embarcamos, algo que siempre es un poco estresante porque vamos todos como si no hubiera más vida más allá de meter el equipaje en la cabina de arriba y sentarnos cuanto antes en nuestro asiento. Y me dicen que mi asiento está en una de las dos filas que forman parte de las salidas de emergencia. Y digo yo, ¿y? Me explican, nos explican, que ni el bolso podemos llevar encima y, además, nos indican (mini-cursillo) de cómo tenemos que abrir la puerta si pasa algo…

Esto no puede estar pasando, me digo yo. Osea, que si pasa algo, tenemos la responsabilidad de abrir una puerta de emergencias… Y reflexiono y me digo si esto no será para que al darme esa responsabilidad, me ayuden a quitarme esa “fobia” a volar. Pues no lo sé, pero yo así me lo tomo y quizá, sólo quizá, lo haya conseguido porque cero miedo en el vuelo.


Aterrizamos y a buscar la salida en el Aeropuerto del Prat de Llobregat. ¡Madre mía! La de kilómetros que hice para ver dónde encontraba dónde estaban los taxis. Pero, en el camino, me paro a pedir un café de esos tipo ristretto que me encanta. Como ya os decía, no sé por qué, además de la maleta siempre llevo cosas sueltas. En esta ocasión, además del bolso y el abrigo, llevaba uno de mis libros del #GradoPsicología UNED - Universidad Nacional de Educación a Distancia (Spain)  para ir estudiando porque, en breve, exámenes. Y cuando llego, por fin, a coger el taxi, ¿mi libro? Pues nada, vuelta para atrás, pero, ¿sabré llegar en este laberinto? Pues no sé si porque no quería perder mi libro o por suerte, llegué. Y el amable camarero que me había atendido, allí lo había guardado, no sin antes contarme que su jefe, en cuanto lo había visto abandonado, en la barra, corrió detrás de un hombre pensando que era de él y éste le contestó que o, que no era suyo. Conclusión de mi marido cuando se lo conté: eso es porque era un libro, porque si llega a ser otra cosa...”


Rescato mi preciado libro y vuelvo a coger, ¡por fin!, mi taxi para llegar al hotel. ¡Vaya a la velocidad que van los taxis en Barcelona! Es un hombre joven, muy amable, pero entablamos conversación (¡cómo no! Y no es una queja, es que creo que provoco conversaciones y me encanta).

Me dice que el tráfico en Barcelona está insoportable y que tiene mucha ansiedad. Que va y viene, pero que muchas veces se queda sin respirar. Y mientras me está contando esto, se cruza un hombre y tiene que pegar un frenazo que casi salgo directa ala siento de delante. El taxista lanza un exabrupto, con razón, pero el casi atropellado se quiere, encima encarar. Le digo que tranquilo, que seguramente, no esté bien… Pero, claro, me confirma que ¡cómo no va a tener ansiedad! No quiero entrar en una terapia, pero sí le digo que hay que cuidarse porque si no, acabará enfermo y que, aunque hay que trabajar, hay que tomarse la vida con más calma Y mientras lo digo, me digo que tengo que aplicármelo también a mí…


Llego al hotel y, aunque cansada, doy gracias a la vida por tanta oportunidades que me ofrece en cualquier momento, en cualquier lugar, de poder reflexionar y aprender…

El viaje de vuelta os lo cuento otro día, que también tiene su “aquél”

¡Feliz miércoles!

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