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#FTP2025 Savia. Mi viaje de Barcelona a Málaga

  • Foto del escritor: Lucía Quiroga
    Lucía Quiroga
  • 13 abr
  • 3 Min. de lectura

No, no me había olvidado de que os dije que iba a compartir esas cosas que me pasan en mis viajes, o que, quizá, de tanto observar pequeños detalles, me hacen relatar historia, algunas veces, increíbles.


Relaté mi viaje de ida el @FTP2025 Savia, desde Málaga a Barcelona. Si no pudiste leerlo y te apetece, lo tienes aquí: https://www.luciaquirogarey.com/post/ftp2025-savia-mi-viaje-málaga-a-barcelona


Segunda parte. Hoy, aunque hayan pasado unos días, toca que os cuente mi viaje de vuelta, desde Barcelona a Málaga...


Tras una jornada maravillosa en el #FTP2025 Savia, compartiendo conocimiento y talento, toca volver. Cojo un taxi, fácil, a la puerta del lugar donde se desarrolló el evento. No voy tan cargada como otras veces, con maleta, mochila, bolso... A veces me pregunto por qué me cargo tanto...


El taxista es un joven muy amable, pero está harto de tantas obras en Barcelona. Me dice que hay más de 200 en marcha, a la vez, y que así es muy difícil trabajar en el día a día. Dice que está tan enfadado con su Gobierno, que hasta no le apetece hablar catalán. Yo no respondo porque no quiero, ni me siento capaz. de entrar en ninguna discusión política, y menos aún, para hablar de independencias.

Me salva una llamada que me entra, de una persona muy especial y con un contenido tan emotivo que sé que el taxista escucha, así es que no vuelve a hablar en todo el trayecto, lo cual, ahora mismo agradezco. Pero sí noto que me mira desde el espejo retrovisor con cierta cara de compasión... Es humano, está claro.


Ya en el aeropuerto, nuevamente trabajándome esa "no fobia" a volar. Y, oye, que lo estoy consiguiendo y me hace sentir muy orgullosa de ir avanzando y consiguiendo algunos de los retos que me pongo.


De todos modos, siempre llego con mucho tiempo y, nuevamente, el vuelo se retrasa, así es que es hago más pasos en el aeropuerto que cualquier día que salgo a hacer deporte.¡Madre mía! Cómo se puede andar (o al menos yo) tanto en un aeropuerto, de acá para allá y de allá para acá, como si no hubiera un mañana.


En uno de los paseos, me paro a preguntar en uno de esos puntos de información, por si acaso, una duda sobre mi embarque y en eso que llega una mujer, preguntando si alguien había dejado un ordenador que se acababa de olvidar en el cuarto de baño. Desesperada estaba. El hombre le dice que no, pero ¡hete aquí! que aparece el de seguridad con el ordenador. Y la mujer lo agarra con tanta fuerza como si de un bebé se tratara y me mira. ¡Ay! Gracias. Es que no sé qué hubiera hecho si no lo hubiera encontrado. Aquí está todo mi trabajo. Gracias, gracias...

Yo le digo que no he sido yo la que lo he encontrado, pero que me alegro mucho. Ella me dice que da igual, que ha notado mi empatía y que necesita contarme lo contenta que está; que aún está sudando y que menos mal que el mundo, muchas veces, sigue siendo un lugar amable. Además, me acuerdo de cuando ayer yo olvidé mi libro y también me lo devolvieron, aunque, según mi marido, al ser un libro, era normal. Pues no, porque hoy era un ordenador y también lo devolvieron...


Acabamos dándonos un abrazo y brindando porque aún existen personas honestas que devuelven cosas que se encuentran...


Nuevamente vuelvo a experimentar en el vuelo cero miedo. Y me encanta haber superado mi "fobia". Es verdad que no todos los pasajeros se comportan de manera educada, pero eso os lo contaré otro día.


Llego a casa cansada, pero muy contenta por haber podido participar, compartir y vivir tantas experiencias...

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