Toca empezar a volver a mi otra casa desde mi querida Galicia. Y, curiosa coincidencia, mientras voy recogiendo, me encuentro a mi amigo el caracol justo en mi ventana de la autocaravana. Está totalmente desplegado, con todo su poderío, cuernos varios incluidos y siento que viene a recordarme que esa lección que el otro día me transmitió desde una hoja de enfrente, no quiere que se me vaya a olvidar a partir de ahora: “ve despacio, tranquila, pero, sobre todo, disfruta del camino. Nada de prisas, nada de retos inalcanzables o que, ni siquiera, te has puesto tú. Nada que no te haga sentir que esa felicidad continua en el camino sea tuya y sólo tuya…”
Me quedo pensando en lo bonito que es hacerle caso a cualquier señal, y mas aún si viene del reino animal, de la naturaleza, en general.
Luego, casi sin tiempo de digerir tan sabia lección, oigo de lejos los sones de gaitas y tambores y me digo que qué suerte tengo, justo hoy, que les toca venir tocando por los aledaños de la aldea porque son “festas” por aquí. Y me invade una morriña que me hace tragar saliva para que las lágrimas no inunden todo mi espacio. Me lo tomo como una despedida personal. Sí, ya sé que no tocan para mí sola, pero yo así lo siento y, llena de recuerdos y emociones contrapuestas, agradezco a la vida que hasta esto me pasa…
Voy volviendo a mi otra casa, a Andalucía, sin ningún amargor, por supuesto, pero con las emociones a flor de piel porque donde una nace nunca se olvida…
Es importante darle valor valor a cada cosa, darle su justo valor a todas las cosas que nos ocurren en la vida, sea en nuestros orígenes o en nuestro devenir, pero, creo, que sobre todo es muy importante, saber valorar lo que cada lugar te dio, te da y te dará, si sabes estar atenta...
¡Feliz lunes!
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