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Mis historias de tren, esas que me alimentan...

  • Foto del escritor: Lucía Quiroga
    Lucía Quiroga
  • hace 4 días
  • 2 Min. de lectura

Me encantaría que entendierais por qué siempre digo que me encanta viajar en tren. Es raro el viaje en el que no me ocurre algo maravilloso, alguna experiencia que compartir y algo que poder aportar…


Ayer volvía feliz de la Jornada Profesional #RelevoGeneracional @anexpal pero también, agotadiña.


Venía pensando en qué suerte la mía de haber podido estar y compartir diálogo con mi admirado @mikelgorriti y de hablar con tantas personas maravillosas, a las que no cito, pero sabéis que estáis ahí porque si no, no hago este post (tengo pendiente el aprender como etiquetar a todas esas personas que me llegan…).


Total, que seis horas de viaje dan para mucho. Mucho tiempo sentada. Me levanto porque la espalda ya me pasa factura. Así es que voy voy al vagón que yo llamo “entretrenes”, ese lugar donde está el baño, o no, pero ese lugar donde creo que es donde la gente debería ir a hablar, en lugar de someternos a la tortura de que escuchemos sus historias cuando estamos sentados en nuestros asientos.


Y me voy para allá y me encuentro a una mujer, quizá todavía hoy una niña, de 18 años estudiando a Platón y a Aristóteles en su tablet, sentada en el suelo y me siento junto a ella. Por supuesto, le pido permiso para hacerlo, para sentarme a su lado. Me responde que encantada y que si la puedo ayudar a decidir qué hacer de aquí en adelante…


Quiere ayudar a las personas y cree que estudiar Psicología puede ser una buena manera de hacerlo, pero que no lo tiene del todo claro. ¡Ay, Dios!

Sólo le digo que yo, con 60 años, voy a terminar el Grado, pero que eso no importa, que lo más importante es que simplemente piense en qué es lo que más le mueve. “Aún lo sé” – me dice. Y le respondo: “Y aún no hay prisa, mi querida joven campeona”.


Nos despedimos, pero me llega su frase de despedida: “No te imaginas lo que esta conversación me ha ayudado. Nunca imaginé que pudiera encontrar en un tren a una persona que tanto me ayudara. Gracias, gracias y gracias porque ahora lo tengo todo más claro. Es como si hubiera aparecido mi Hada Madrina”.


Es demasiado presuntuoso pensar que pudiera convertirme en su “Hada Madrina”, pero hoy, una vez más, en mis historias de tren, si he podido aportar mi granito de arena para que una persona encuentre su “norte”, allá vamos.

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¡Feliz tarde de sábado!

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